cada noche morimos para renacer en cada madrugada.
la cabeza encima de una almohada, sabanas convertidas en matriz
llenas de humedades de un parto sin dolor.
primero un pie , luego una pierna,
despues la otra.
nos imcorporamos buscando esos primeros cachetes
enfrente del espejo, entre aguas y jabón.
y nos reconocemos ante la atenta mirada de nuestra comadrona,
al otro lado del espejo.
y comienza de nuevo la vida,
y no existe más memoria que el presente
"sabedor" de otras vidas, en otros cuerpos, un poco mas viejos cada día
imperceptible a nuestros ojos.
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