jueves, 16 de diciembre de 2010

acto I


Ella, aturdida ante la mutilación racional de sus miembros;
llora en silencio.

Como si de una pesadilla se tratara,
la memoria reconstruye el pasado y somete, en el presente,
su sentimental recuerdo de lo que fue.
Revive los instantes de dolor.
Paisaje desolado, madricidio.
Se confunde el tiempo, en los susurros mezclados.
La vida, la visión sanguinolenta del desmembramiento de sus hijos.

La barbarie incomprendida,
ante la expontaneidad de ella,
que viste de nuevo el horror,
abrigando la desnudez de la tierra,
como madre responsable, que conoce su cometido,
que hace el milagro de la vida,
cada vez que sus hijos torturan su naturaleza.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

acto II,


La vorágine, el continuo avance de la desolación superpone, ante el espacio natural, un artificioso decorado que transforma en vertical hormigón el frondoso bosque sustentado por madera viva; refugio de especies hermanas. Transforma en asfalto, el manto crujiente que al pisar nos une a la tierra. En cloacas que convergen fraticidas al desembocar en estuarios, ríos, mares. El sonido se convierte en artesanas arpas de tendido eléctrico, metales estridentes en forma de "claxons" y murmullos motores que envuelven y someten humanas vidas.
Como envuelven también nubes de polución que niegan a la vista la cúpula celeste, que hace perder la noción de lo pequeños e insignificante que somos frente al cosmos, y aún así, nos creemos únicos.

Ante la desolación, descienden dormidos los instintos desnaturalizados; pisan el vestido artificial que cubre la materia narcotizada que no respira. La mancha de la urbe asfixia la vida. En triste duelo avanzan inconscientes hacia paraísos soñados, amotinados entre asfalto y hormigón, común espacio. Sólo hombres para los hombres, por el hombre. Como células caprichosas que devoran egoístas a sus iguales.

jueves, 2 de diciembre de 2010

cada noche morimos..

cada noche morimos para renacer en cada madrugada.
la cabeza encima de una almohada, sabanas convertidas en matriz
llenas de humedades de un parto sin dolor.
primero un pie , luego una pierna,
despues la otra.
nos imcorporamos buscando esos primeros cachetes
enfrente del espejo, entre aguas y jabón.
y nos reconocemos ante la atenta mirada de nuestra comadrona,
al otro lado del espejo.
y comienza de nuevo la vida,
y no existe más memoria que el presente
"sabedor" de otras vidas, en otros cuerpos, un poco mas viejos cada día
imperceptible a nuestros ojos.